Esta es la primera parte de una pequeña historia cuyo título alternativo bien podría ser: "La música digital y yo". Espero la disfruten.
Parte I. Antecedentes
Comencemos con una pregunta incómoda (y con una respuesta aún más incómoda): ¿El tamaño importa? En cuestión de archivos, la respuesta es si, pero au contraire de lo que sucede en otros contextos, aquí entre más pequeño, mejor. Por ello, el gran logro del formato mp3 fue poder comprimir a la décima parte de su tamaño original los archivos de música (y sin pérdida audible de calidad). Él fue altamente vulgarizado a partir de 1997 con la aparición del programa Winamp.
Vayamos a 1999, cuando nace Napster. Eran días gloriosos en los que podías conseguir la música que desearas (bueno, casi toda) con un solo click y, sobre todo, sin pagar nada. A mediados del año 2000 diversas fuentes -entre ellas la mítica Metallica y la infame RIAA- demandaron ante los tribunales a Napster (y a algunas Universidades estadúnidenses) a causa de la pirateria en línea que su programa habia llevado a las grandes masas. En aquél entonces, Napster era un verdadero Jardín de las delicias: la cantidad y calidad de música disponible era asombrosa.
En fin, aunque lograron apachurrar momentáneamente a Napster, no contaban con que otros programas -v. gr. Gnutella, WinMX, Kazaa, LimeWire, eMule, etc.- llegarían a llenar el lugar vacante, añadiendo al mismo tiempo el intercambio de otro tipo de archivos y vulgarizando aún más el protocolo P2P (peer-to-peer), primero con aplicaciones irrestrictas y bien diseñadas, luego incorporando publicidad en sus sucesivas versiones, más tarde muriendo o mutando a un esquema de pago-por-descarga. Cabe mencionar que en este proceso, el número de archivos disponibles decreció dramáticamente, pues muchos fabricantes hicieron valer las leyes del Copyright o comenzaron a experimentar con licencias o llaves digitales para obstaculizar la transferencia de los archivos digitalizados.
Ruperto y el faro...
Hace 14 años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario